jueves, 19 de febrero de 2015

La mejor manera de conquistar a tu pareja, según la Ciencia

Nada de cenas románticas ni flores... Un famoso experimento confirma que las situaciones que elevan la adrenalina son el escenario más adecuado para el amor

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Una escena de la película de terror «Valentín», una vuelca de tuerca al Día de los Enamorados
Ni cena romántica, ni bombones, ni flores, ni fin de semana en un hotel con encanto. No desperdicie el dinero. Más que un ambiente tranquilo,el mejor escenario para el amor son las situaciones que elevan la adrenalina. Un famoso experimento lo confirma.

Seguro que recuerda la doble faceta de superhéroes como Supermam y Spiderman, capaces de enamorar a cualquier mujer rescatada del malvado de turno, mientras la llevan en volandas sobre los rascacielos, con la adrenalina por las nubes, nunca mejor dicho. Sin embargo, en su rutinaria vida corriente como reporteros no se comen una rosca, aunque su físico sea el mismo. Por ahí van los tiros, el éxito de esos héroes de ficción reside en los niveles de adrenalina de las rescatadas, que las hace más susceptibles al enamoramiento.

El experimento del puente

Un par de experimentos lo han demostrado. El primero se llevó a cabo en los años setenta en un ingenioso experimento que llevaron a cabo en Canadá los psicólogos Donald Dutton y Art Aron. El escenario elegido para probar que es más fácil enamorarse en situaciones de riesgo fue un puente. O mejor dicho, dos muy diferentes que cruzan el cañón del río Capilano, en Canadá. Uno de los puentes es sólido, ancho y de poca altura. El otro, una de las atracciones más célebres entre quienes visitan Vancouver, un viejo puente colgante de madera, de 150 metros de largo y unos noventa de ancho, que se tambalea a 70 metros de altura sobre las escarpadas rocas del cañón en cuyo fondo discurre el río. Se pidió a varios voluntarios que cruzaran uno de esos puentes. A mitad de camino los interceptaba una encuestadora, que les pedía que respondieran a unas preguntas para un trabajo de su Universidad. Terminado el cuestionario, les daba su teléfono y les decía que podían llamarla si necesitaban alguna «aclaración adicional». Nueve de los treinta y dos participantes que eligieron el inestable puente colgante se sintieron lo suficientemente atraídos por la entrevistadora para llamar. Mientras que de los que cruzaron el puente menos impresionante, sólo dos sintieron la necesidad de retomar el contacto.
Este comportamiento se denomina atribución errónea de la activación o excitación (arousal) y hace referencia al error que cometemos al identificar la causa de lo que sentimos. En el caso de los voluntarios que cruzaron el puente, la adrenalina estaba alta por la sensación que producía estar a 150 sobre el suelo en una estructura de madera tambaleante. Eso provocaba probablemente latidos cardiacos y respiración acelerada y tal vez cierta debilidad en las piernas. Esas manifestaciones externas del miedo son prácticamente idénticas a las que sentimos cuando alguien que nos resulta atractivo se acerca.
Equivocarse al atribuir esos síntomas al encuentro con la entrevistadora es lo que hizo que los voluntarios que cruzaron el puente de madera experimentaran la atracción por la joven que les abordó. Quienes cruzaron el puente seguro no experimentaron tales síntomas, y por eso la misma entrevistadora tuvo menos éxito. Quedaba probado que en situaciones de riesgo la posibilidad de enamorarnos de la persona que tenemos enfrente es mayor.

Una carrerita primero

El otro experimento es aún más curioso. Con una década de diferencia demostró que la alteración de la respiración y el latido cardiaco provocada por dos minutos de carrera (la adrenalina de nuevo) hacía que un grupo de hombres vieran más atractiva a una mujer en un vídeo. Sin embargo, los que corrieron solo quince segundos fueron más ponderados en juzgar el atractivo.
Adrenalina y dopamina están emparentadas, y las dos intervienen en el enamoramiento. Así que, moraleja, si quiere tener más probabilidad de hacer una conquista, invite a su pareja a la montaña rusa o a cruzar el puente de San Pablo, junto a las Casas Colgadas, en Cuenca. Que está perezoso (mal empezamos), llévela al cine a ver una película de miedo (también dispara la adrenalina), o a correr por el parque. Seguro que después a usted le mira con otros ojos, tal vez más cariñosos.

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